¿Se imaginan una infraestructura creada para facilitar el transporte, el regadío, para generar riqueza en una amplia comarca?
El Canal Imperial de Aragón es un canal de riego y navegación construido a finales del siglo XVIII entre Fontellas, cerca de Tudela (Navarra), y Zaragoza. Esta infraestructura mejoró los riegos que hasta entonces daba su antecesor, la antigua Acequia Imperial de Aragón; y llevó agua del Ebro hasta Zaragoza, además de servir para establecer un servicio de barcazas de viajeros y mercancías entre Tudela y Zaragoza.
Fue proyectado hasta Sástago (Zaragoza) con el fin de regar una amplia zona y, sobre todo, para poder disponer de un canal que permitiera navegar el Ebro en toda su longitud, evitando el difícil curso medio. Este utópico plan nunca llegó a ser realidad.
UN POCO DE HISTORIA
Su concepción data de la época de Fernando el Católico, que concedió a las Cortes de Aragón el permiso para su construcción. Se iniciaron las obras de recogida de aguas en El Bocal de Fontellas, perteneciente en esos momentos a los dominios del rey aragonés, actualmente en la Comunidad Navarra, aunque aquellas obras se detuvieron por dificultades económicas hasta el siglo XVIII.
En 1757 el Conde de Aranda ordenó continuar las obras que habían sido iniciadas en tiempos de Carlos VI; planos y estudios que quedaron archivados en la Secretaría de Estado hasta que en 1768 se constituyó la «Compañía del Canal de Aragón».
Por aquel entonces, el proyecto general era construir un canal que comunicara el Cantábrico con el Mediterráneo, de manera que gracias a él se aunaba en un mismo proyecto la necesidad de saciar los regadíos de la ribera alta del Ebro y de cubrir los deseos de hacer la vía navegable, hasta una salida al mar que permitiera exportar directamente sus principales productos agrícolas.
Pignatelli acabó el gran acueducto del Jalón (1780), el cauce hasta Zaragoza (1784), el puerto de Miraflores (1786), las principales dependencias de la empresa en la zona del hoy destruido cuartel de Torrero en Zaragoza (oficinas, viviendas, talleres, astilleros, cuartel, almacenes), el monumental azud de El Bocal (1790) y multitud de puentes y almenaras. También el molino de Casablanca y diversas esclusas, aguas abajo, para la navegación.
En 1786 se finalizó esta gran infraestructura, que perdura hasta nuestros días, inaugurando la «Fuente de los Incrédulos», llegando el agua a Zaragoza, y colocándose la última piedra en la Presa Nueva de El Bocal, en el año 1790.
Las obras ocuparon durante años a miles de campesinos de toda la ribera, a presidiarios y a regimientos del ejército. En 1826, el descubrimiento en la zona de ricas vetas de arcilla, necesaria para revestir la obra y proseguir el cauce, permitió reiniciar los trabajos, que siguieron de forma intermitente a lo largo del siglo XIX.
Hoy en día su recorrido, prácticamente paralelo a la ribera del Ebro, discurre a lo largo de un trazado de aproximadamente 110 km, en los que salva un desnivel de 125 metros. Durante todo su trayecto encauza un caudal de entre 25 y 30 metros cúbicos por segundo, lo que permite que se puedan regar unas 25.000 ha de terreno, y abastecer de agua a industrias y poblaciones.
Entre Fontellas y Zaragoza, el Canal Imperial sirvió para mejorar los riegos que hasta entonces proporcionaba la Antigua Acequia Imperial de Aragón. Además de que llevó el agua del río Ebro hasta Zaragoza, lo que permitió extender el regadío en la ciudad, y se estableció un servicio de transporte de viajeros y mercancías entre Tudela y Zaragoza.
Esta magnífica obra hidráulica, con una estructura de indudable interés histórico, económico y medioambiental, está repleta de interesantes construcciones de ingeniería y elementos arquitectónicos, como almenaras de riego, puentes, acueductos, sifones y dárselas originales.
USOS HISTÓRICOS DEL AGUA DEL CANAL
La navegación del Canal, que ha perdurado hasta hace poco, fue establecida por Pignatelli. Comenzó a funcionar en 1789 y ofreció un servicio de transporte de mercancías y viajeros.
La existencia de aduana entre Navarra y Aragón dificultó el tráfico interregional de mercancías. El tráfico alcanzó un cierto volumen en los últimos años del siglo XVIII y quedó hundido con la guerra de la Independencia.
A mediados del siglo XIX ya se había recuperado, pero el establecimiento en 1861 del ferrocarril Zaragoza-Alsasua, con un recorrido paralelo al del Canal, hundió el tráfico.
La construcción de otras líneas de ferrocarril hicieron perder fuerza a las ideas de prolongar el canal y hacer navegable el Ebro.
EL VISIONARIO PIGNATELLI
Este clérigo ilustre, trabajador y cultivado, es, sobre todo, para siempre, el padre de una de las más hermosas obras de la historia aragonesa: la del Canal Imperial.
El proyecto general de Pignatelli era construir un canal de comunicación del mar Cantábrico con el Mediterráneo y la realización de sus planes conllevaba el convertir la acequia que en principio era para riego en canal de riego y navegación.
La traída del agua a Zaragoza por el Canal Imperial tuvo como consecuencia principal una reforma agraria llevada a cabo también por Pignatelli. La ampliación de la extensión del riego que permitió a todos asegurar y regularizar las cosechas evitando las crisis de subsistencia o de alimentos, muy corrientes en la época, además de permitir poner en cultivo y repartir tierras incultas.
Para comprender su importancia es necesario tener en cuenta que en la comarca, por entonces los principales medios de producción (tierra y agua sobre todo, ganado, capitales) estaban en manos de una oligarquía compuesta por la nobleza terrateniente y la Iglesia en la zona rural, y por la burguesía y la Iglesia en el regadío de Zaragoza, y que, frente a ella, la reforma benefició de forma principal a las clases populares: campesinos pequeños propietarios y arrendatarios de la zona rural, y jornaleros de Zaragoza.
Según cálculos efectuados, las tierras puestas en riego en el entorno de la capital aragonesa desde 1781 a fines de siglo hicieron aumentar la zona regable en Zaragoza entre un 30 y un 250 %.
Las tierras comunales fueron sorteadas y repartidas entre los vecinos, hecho que tuvo gran importancia en Zaragoza, en donde había muchos jornaleros sin tierra.
En ningún momento se planteó redistribuir la propiedad de la tierra; en la época ilustrada muy pocos se atrevían a plantear abiertamente esta posibilidad.
Para todos los asuntos de aguas el Canal había heredado de la antigua Acequia Imperial una jurisdicción privilegiada que estuvo a cargo de un juez privativo, asistido por un juez subdelegado para Navarra con el fin de respetar los fueros del reino vecino.
La fuerza motriz generada por el agua del Canal permitió plantear (1841) los primeros proyectos de industrialización de Zaragoza; fue ella probablemente la base de las industrias de transformación agrícola (harineras, molinos de aceite) que se desarrollaron en la ciudad durante la época isabelina.
En 1853, gracias a la concesión por 10 años de un salto de agua del Canal Imperial, se constituía la Sociedad Maquinista Aragonesa, primera empresa zaragozana y española de fundición (talleres de construcción de máquinas) y tiempo después se daba la primera reglamentación del aprovechamiento del agua del Canal para usos industriales (1856).
EL CANAL EN LA ACTUALIDAD
Administrativamente, el Canal es hoy un organismo autónomo dependiente de la Confederación Hidrográfica del Ebro, que atiende sus gastos de administración, conservación y explotación y continúa abasteciendo de agua en un 603 de sus necesidades a Zaragoza.
Entre sus usuarios integrados en la Comunidad, tenemos:
- 23 abastecimientos de poblaciones, incluyendo Zaragoza, más de 700.000 habitantes.
- 26.000 ha de regadío.
- 50 industrias con toma directa (Opel, Plaza, PTR, Saica, etc.).
- 600 abastecimientos de casas de campo.
- 2 saltos hidroeléctricos, con una potencia de 4.500 kW/h.
Las aguas del Canal Imperial discurren, paralelas Ebro, a una distancia de éste que oscila entre los 5 y 9 km. Las acequias de riego se distribuyen a lo largo de una estrecha banda formada por el canal o su entorno próximo y el río Ebro. En cuanto a la dedicación productiva de su regadío, está fundamentalmente orientada a los cultivos herbáceos extensivos (alfalfa, maíz, cereales, etc.), si bien, y de manera más o menos local, cuenta con superficies dedicadas a la fruticultura y horticultura.
Según José A. Fernández Ordóñez (1984) en relación al Canal Imperial, «un verdadero museo de obras publicas. Obras públicas de gran complejidad en donde encontramos presas, casas de compuertas, esclusas, varaderos, dársenas, embarcaderos, almenaras, sifones, caminos, alcantarillados, pasos superiores, puentes de doble uso, acueductos sobre ríos, acueductos sobre el canal, talleres, molinos, norias, batanes, escuelas básicas, escuelas de artes y oficios, plantaciones de árboles, criaderos de ganado vacuno, lanar y caballar, máquinas de todo tipo para la construcción, navegación, dragado, producción de manufacturas, mantenimiento, I…], y hasta una plaza de toros».
Todo este rico patrimonio de obras públicas, que necesita un decidido apoyo para su conservación y que nunca debe estar reñido con la realización de continuas mejoras en el funcionamiento de los canales.
¿Y para cuando mejoramos los canales de canal de Isabel II?
Santiago Durán García
Arquitecto Técnico (UPM)
MDI Máster En Dirección Inmobiliaria (UPM)
EEM Gestor Energético Europeo (UPM European Energy Manager)
M. 618.519.717
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